La Culpa
Publicado el lunes, 17 de febrero de 2014, por Sije
Los seres humanos somos un entramado perfectamente diseñado para salir adelante casi en cualquier circunstancia. Compartimos con los animales unas necesidades básicas ( físicas, de seguridad, afectivas) para sobrevivir y nuestro organismo está preparado para poder cubrir cualquiera de ellas. Tan afinada es la maquinaria que nos mantiene, que incluso tenemos “mecanismos de repuesto” por si los principales fallan. Así, muchas partes de nuestro cuerpo están duplicadas e incluso puede haber zonas que asuman las funciones de otras si éstas fallan.
Así ocurre también con las funciones psicológicas. Nuestro cerebro tiene preparado por lo menos un mecanismo para cubrir las necesidades más “afectivas”, como son la necesidad de sentirse seguro y la necesidad de sentirse querido y valorado, básicas para formar y mantener alta la autoestima. Hay tres mecanismos principales que colaboran juntos en todo momento para ayudarnos a lograr nuestras metas: la percepción, las emociones y la interpretación cognitiva de las cosas que nos ocurren.
Uno de los mecanismos más especializados que nos ayudan a lograr ese fin son las emociones. Si no tuviéramos emociones, no hubiéramos salido adelante como especie, ya que, en la especialización de los seres humanos y animales, las emociones tienen una función vital para la supervivencia.
Por un lado, son el detector de situaciones más refinado que tenemos en nuestro organismo. Junto con otro mecanismo, el de la percepción, nos permiten evaluar las situaciones : esta situación es amenazante porque hace que sienta miedo; no me fío de esta persona, me hace sentir raro; quiero volver a ver a esta persona, me siento atraído/a hacia ella, etc. y nos ayudan a decidir qué hacer. Al percibir la situación como amenazante y sentir miedo, tenderé a huir ; no fiarme de alguien me pondrá alerta para actuar; si me atrae una persona, tenderé a querer verla de nuevo.
Está claro que no podríamos sobrevivir mucho tiempo si, ante un coche que se avecina a toda velocidad hacia nosotros, sintiéramos alegría; o cuando nos tendieran una mano, huyéramos despavoridos.
Otra función muy importante de las emociones es la de servir de “motor” para reparar situaciones: la ira hace que queramos reparar un mal que nos han hecho- la tristeza nos empuja a “sacar fuera” ( y con ello, reparar) algún dolor – la alegría nos da energía para seguir adelante…
Hasta aquí, nos podemos igualar con los animales.
Sin embargo, el ser humano tiene una necesidad más, que no comparten los animales, y que le hace buscar más allá de los meros hechos del presente: es la necesidad que Maslow denomina “de logro o de autorrealización”. Los seres humanos buscamos sentirnos bien con nosotros mismos, aspiramos a ser felices y a sentirnos en paz. No nos basta con la mera supervivencia física y afectiva: buscamos más allá.
Ya hemos visto como las emociones llamadas “primarias” son absolutamente necesarias para sobrevivir: sin miedo, sin asco, sin ira, no habríamos pasado de los dos años de nuestra vida, seguramente.
Pero hay otro tipo de emociones, llamadas “secundarias”, que no poseen los animales, que están perfeccionadas para ayudarnos a lograr ese bienestar psicológico del que hablábamos antes: son la culpa, la vergüenza y el orgullo.
LA CULPA
En este texto nos vamos a centrar en la culpa.
¿ Qué es la culpa?
Jose Antonio García Monge la describe como “una autoagresión que yo me impongo después de haber hecho algo prohibido, precisamente para reparar ese mal. (…) Es un juicio sobre un gesto mío pasado”.
Antonio Escudero aporta la siguiente definición: “evaluación negativa del yo cuyo detonante es una acción concreta. Genera un estado emocional desagradable que conlleva la activación de conductas orientadas a reparar la acción evaluada como negativa”.
Pau Pérez Sales define la culpa como la : “ aparición de un sufrimiento psicológico asociado a pensamientos y emociones de tipo autoacusatorio en relación a la transgresión de una regla real o simbólica”.
Si antes decíamos que las emociones son básicas para nuestra supervivencia, ¿ qué función tiene la culpa?
Un elemento importante para entender la razón de ser de la culpa es que ésta suele aparecer muy frecuentemente como alternativa a la frustración. Dice José Antonio García Monge:
“ El hecho de la culpabilidad es que el hombre, desde niño, casi desde bebé, tiene que decidir, tomar decisiones muy dolorosas. Y la decisión dolorosa puede ser elegir entre la frustración y la culpa. Me encantaría jugar con este vaso, pero me lo ha prohibido mi mamá; si no juego, quedo frustrado, si juego, me siento culpable”.
Otros autores relatan lo mismo, así, Andrés Montero:
“ ….otra fuente de culpa es una culpa determinada por una frustración de expectativas y metas (…)”,
Castilla del Pino:
“ La primera explicación que el niño puede darse de una frustración es la de hacerse culpable de la misma”.
Vemos que, como todo en el ser humano, la culpa es adaptativa y necesaria, surge ante una situación inexplicable ( una frustración) y evalúa en primer lugar a la propia persona, para atajar así rápidamente el problema, si ha sido por causa de ella que ha ocurrido la situación frustrante.
La culpa tiene pues, como emoción que es, una función de “detector” de situaciones frustrantes ( “ me siento culpable, algo no marcha bien”) y de “motor” para repararlas: como hemos visto, siempre está encaminada a desarrollar acciones reparadoras de la situación de la que nos sentimos culpables. Esa situación frustrante, la entendemos entonces como un “error” que hemos cometido.
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Estoy completamente de acuerdo con el contenido de este articulo, pero me parece demasiado escueto.
Debería tener una mayor extensión.
Gracias.